- ➔ La complejidad de los sistemas agroalimentarios dificulta la medición exhaustiva de sus repercusiones. En consecuencia, es necesario realizar evaluaciones específicas que se centren en los sectores clave y los principales desafíos.
- ➔ La CCR es una forma adecuada de realizar evaluaciones específicas de los sistemas agroalimentarios, por ejemplo, de hábitos alimenticios, inversiones, organizaciones y productos. La unidad de análisis elegida dependerá de para qué actores serán más importantes los resultados.
- ➔ Todas las intervenciones u opciones de gestión relacionadas con los sistemas agroalimentarios pueden traer consigo compensaciones de factores y sinergias, por ejemplo, entre las repercusiones ambientales y económicas. Las evaluaciones específicas basadas en la CCR pueden ser útiles para detectarlas y gestionarlas y, por lo tanto, para ayudar a los gobiernos, las empresas y otras partes interesadas a tomar decisiones más responsables con vistas a mejorar la sostenibilidad.
- ➔ Analizar las políticas clave es esencial en las evaluaciones específicas basadas en la CCR para abordar las compensaciones de factores y aumentar al máximo las sinergias. El análisis de hipótesis juega un papel complementario al estudiar los posibles resultados de diferentes intervenciones futuras y decidir cuál será la más eficaz.
- ➔ La CCR no solo ayuda a las empresas a entender y gestionar mejor sus dependencias de los sistemas agroalimentarios y las repercusiones que tienen sobre ellos, sino que también permite mejorar el rendimiento, la reputación y la resiliencia.
¿Cómo podemos trabajar para transformar los sistemas agroalimentarios si no se conocen bien sus repercusiones a un nivel más profundo? Es fundamental que el primer paso del proceso sea adoptar un enfoque analítico y metodológico que tenga en cuenta todos los actores y repercusiones pertinentes. Para ello, en el Capítulo 1 se ha propuesto un enfoque de evaluación en dos fases dirigido a mejorar la comprensión de los sistemas agroalimentarios del presente y del futuro y a orientar las intervenciones de los encargados de formular políticas y las partes interesadas en favor de la sostenibilidad.
En el Capítulo 2 se ha presentado un primer intento de impulsar la primera fase del proceso de evaluación, que consiste en estimar los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios nacionales de 154 países y proponer algunos indicadores para realizar un análisis más profundo. Cabe esperar que estos resultados alienten el debate y el diálogo entre diversos sectores y partes interesadas, ya que proporcionan un desglose útil de los costos ocultos estimados de los sistemas agroalimentarios que permite determinar cuáles son los problemas más apremiantes, lo cual es fundamental para entender las prioridades generales. Sin embargo, estas estimaciones son incompletas y conllevan un alto grado de incertidumbre debido a las limitaciones de datos. Más aún, están basadas en un ejercicio de contabilidad que solo tiene en cuenta parte de los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios y no trata los factores que influyen en dichos costos ni el costo de reducirlos. Ello requiere un análisis más detallado que permita tener en cuenta los aspectos específicos locales, a fin de entender los factores que influyen en los costos ocultos y el papel de las políticas actuales en su generación, así como estimar el costo de las medidas transformadoras para abordarlos. Este análisis detallado resulta esencial para comparar la eficacia y el costo de las intervenciones que se podrían poner en marcha para atender las prioridades establecidas.
El presente capítulo se centra en la segunda fase del proceso de evaluación, es decir, la realización de evaluaciones específicas para respaldar la adopción de decisiones orientadas a mejorar la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios. En particular, ofrece una perspectiva de los aspectos básicos de la realización de evaluaciones específicas de los sistemas agroalimentarios en los países que recurren a la CCR. Mediante un diagrama, proporciona orientación a los encargados de formular políticas y otras partes interesadas sobre la forma de llevar a cabo dichas evaluaciones específicas: desde la recopilación de los datos disponibles sobre las repercusiones de los sistemas agroalimentarios hasta la evaluación y aplicación de las medidas necesarias para lograr los resultados deseados. Al tiempo que se reconoce la complejidad de los sistemas agroalimentarios y el hecho de que las políticas y otras intervenciones podrían tener efectos indirectos, en el capítulo también se examina la importancia de evaluar las políticas, por ejemplo, mediante un análisis de hipótesis, a fin de comparar las opciones futuras y gestionar las compensaciones de factores y las sinergias.
Por último, dada la creciente presión existente para que las empresas agroalimentarias adopten prácticas más sostenibles e informen de sus resultados respecto de todos los tipos de capital (natural, humano, social y producido), en el capítulo se analiza la importancia de las evaluaciones basadas en la CCR en el sector privado (esto es, las empresas y las inversiones) para transformar los sistemas agroalimentarios.
Definición de medidas transformadoras mediante evaluaciones específicas
Debido a la complejidad de los sistemas agroalimentarios, las evaluaciones específicas se deberían centrar en los principales motivos de preocupación referentes a la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios y a la forma en que los resultados sistémicos pueden verse afectados a corto y a largo plazo. Para ello, en el diagrama de la Figura 11 se presenta la manera de iniciar y ampliar las evaluaciones de la segunda fase. El proceso de las evaluaciones específicas se organiza en cuatro pasos: los tres primeros se examinan en este capítulo y el cuarto en el Capítulo 4.
Figura 11 Un proceso de cuatro pasos para iniciar y ampliar la escala de las evaluaciones específicas de los sistemas agroalimentarios
En el primer paso se definen los problemas. Este paso se basa en los resultados obtenidos en la primera fase, que consiste en realizar evaluaciones más generales dirigidas a dar a conocer la situación actual y el desempeño de los sistemas agroalimentarios nacionales y a determinar los principales problemas y cuestiones relacionadas con las políticas. Un buen punto de partida son las estimaciones a escala nacional proporcionadas en el Capítulo 2 de los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios en los ámbitos ambiental, social y sanitario. Estos resultados pueden servir de trampolín para el diálogo con los encargados de formular políticas y otras partes interesadas sobre la magnitud de los costos ocultos y la forma en que se relacionan con sus prioridades.
El segundo paso consiste en complementar las estimaciones nacionales (primera fase) con datos más precisos y desglosados, siempre que sea posible, a fin de reducir su incertidumbre intrínseca. Estos datos pueden proceder de instituciones internacionales, como el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud, la FAO, la OMS y el Banco Mundial, o de entidades locales como ministerios de agricultura, medio ambiente y sanidad1. Los datos desglosados, por ejemplo, por género y nivel de ingresos, son fundamentales para revelar diferencias y disparidades que no quedan totalmente reflejadas en las cifras agregadas2. Debido a la diversidad de los sistemas agroalimentarios y sus contextos en los países, es posible que la escala nacional no sea la unidad analítica idónea para determinar qué medidas son eficaces. En consecuencia, dependiendo de la disponibilidad de datos y recursos, los datos nacionales deberían complementarse con análisis espaciales, que permitirán captar la heterogeneidad a escala subnacional de las principales repercusiones de los sistemas agroalimentarios y de los factores más importantes que influyen en ellos.
El tercer paso consiste en determinar los posibles puntos de partida y los mecanismos que permitirán abordar los principales problemas relacionados con los sistemas agroalimentarios, evaluar la eficacia de las medidas y adoptar una decisión definitiva sobre cuál de ellas emplear. Para que esto sea eficaz, el proceso debería ser inclusivo y permitir el diálogo y la colaboración entre todas las partes interesadas de los sistemas agroalimentarios, como los encargados de formular políticas, las entidades del sector privado y las autoridades locales. Ello es decisivo para poder llegar a la misma interpretación de los problemas que plantean los sistemas agroalimentarios en el presente y el futuro. El diálogo se puede basar en una combinación de análisis de costos y beneficios y de costos y efectividad mediante la comparación de los costos y los beneficios de las diversas opciones posibles en materia de políticas e inversión, con vistas a lograr un consenso definitivo.
El cuarto paso, que se trata en el Capítulo 4, consta de dos procesos paralelos, pero vinculados entre sí, a saber: i) la aplicación y promoción de mecanismos que impulsen la reforma de las políticas, las inversiones y otras intervenciones dirigidas a abordar los motivos de preocupación determinados en los pasos anteriores, y ii) la ampliación de la escala de las evaluaciones específicas basadas en la CCR para poder hacer un seguimiento de las reformas y la expansión de estas evaluaciones a nuevos ámbitos de preocupación. En la Figura 11, las flechas que van desde el recuadro inferior hasta los pasos anteriores ilustran el carácter cíclico de los procesos de las evaluaciones específicas, en los que la ampliación de la CCR no debería considerarse el objetivo final, sino el inicio de un nuevo ciclo de medición y evaluación para garantizar resultados positivos continuos.
Al elegir las medidas y los mecanismos impulsores más apropiados, resulta importante revelar y evaluar sus posibles efectos positivos y negativos en cascada, tanto dentro del mismo ámbito como en otros. Por ejemplo, existen compensaciones de factores considerables entre las cuestiones ambientales, como las emisiones de GEI y la calidad del agua o la conservación de la biodiversidad. De igual forma, existen compensaciones de factores entre las repercusiones ambientales y las económicas. Por ejemplo, la subvención de los insumos químicos puede aumentar la productividad, pero también causar daños ambientales1. Estas compensaciones de factores se destacan en el Recuadro 9, en el que se describen las distintas respuestas adoptadas ante el recrudecimiento de la plaga de langosta del desierto entre 2019 y 2021 en el Cuerno de África y sus diferentes efectos en la producción y el medio ambiente. Como no se contabilizaron los costos reales al tomar estas decisiones, no se pudo saber cuáles fueron sus consecuencias potencialmente negativas. Si bien esto es comprensible, habida cuenta del poco margen de tiempo de una situación de emergencia como esta, el ejemplo apunta, no obstante, al poder que tiene el enfoque basado en la CCR en la planificación de este tipo de situaciones de emergencia, de forma que, en la medida de lo posible, se puedan determinar las compensaciones de factores y las sinergias de antemano con vistas a elegir las intervenciones más eficaces y evitar causar daños indebidos.
Recuadro 9El coste de no tener en cuenta las compensaciones: el ejemplo del uso de insecticidas en el Cuerno de África
El aumento de la frecuencia y la intensidad de las catástrofes, desde inundaciones y sequías hasta invasiones de plagas e incendios forestales, está poniendo en peligro sistemas agroalimentarios enteros3. Además, los costos reales de estas catástrofes, incluidos los costos de la inacción o la mala gestión, suelen ser ocultos, lo que favorece que no se tengan en cuenta las repercusiones ambientales y sociales de gran alcance. La CCR permite a las partes interesadas comparar intervenciones y elegir las que sean más eficaces, pero también más sostenibles. Buen ejemplo de ello son las dos respuestas que se dieron ante el recrudecimiento de la plaga de langosta del desierto entre 2019 y 2021 en el Cuerno de África, ya que presentan marcadas diferencias en cuanto a los efectos que tuvieron tanto en la producción como en el medio ambiente.
En Etiopía y Kenya, aunque la campaña de lucha contra la langosta tenía buenas intenciones, los métodos empleados también tuvieron efectos ambientales destructivos que no fueron reconocidos4. En concreto, si bien la fumigación a gran escala con insecticidas químicos (piretroides y organofosforados de amplio espectro) diseñados para matar las langostas logró suprimir el recrudecimiento de la plaga, también provocó daños colaterales en otros animales, en especial las abejas melíferas. Entre 2019 y 2021, la producción de miel en Etiopía disminuyó un 78 %. Teniendo en cuenta la repercusión en los polinizadores salvajes, las aves y otros animales, el costo real de las operaciones de control podría ser del orden de miles de millones de dólares.
Durante la alerta de invasión de langostas, en Somalia se adoptó una respuesta de gestión ejemplar que consistió en aplicar exclusivamente bioplaguicidas, que utilizan bacterias, hongos o virus naturales para atacar los insectos plaga5, y que demostró que la utilización persistente y generalizada de insecticidas organofosforados ya no se puede justificar. Para luchar eficazmente contra las langostas, el Gobierno de Somalia y la FAO utilizaron el hongo Metarhizium acridum y reguladores del crecimiento de los insectos, un tratamiento químico más inocuo y específico con un impacto ambiental mucho menor que los plaguicidas tradicionales. La aplicación de plaguicidas biológicos protegió las tierras de pastoreo, que los plaguicidas químicos habrían vuelto inadecuadas para el ganado por un tiempo, lo cual permitió que los pastores mantuvieran sus medios de vida.
Estas conclusiones ponen de relieve la necesidad de realizar un análisis basado en la CCR antes de que se produzcan catástrofes como brotes de plagas, que no solo ocasionan costos económicos relacionados con la pérdida de rendimiento de los cultivos y las medidas de lucha contra las plagas, sino que también pueden provocar daños a la salud de las personas y el medio ambiente derivados de la utilización de plaguicidas tóxicos. El análisis basado en la CCR debería convertirse en un componente esencial de la planificación y preparación ante catástrofes y emergencias y puede complementar e incluso fundamentar las inversiones en reducción de riesgos de catástrofes. El análisis ex ante basado en la CCR puede realizarse a partir de los datos existentes sobre diferentes formas de gestionar una catástrofe. El análisis permitiría comparar los costos (y los beneficios) reales de los métodos tradicionales con los de estrategias alternativas que protegen la salud de las comunidades y los ecosistemas y previenen un recrudecimiento. En el caso de un brote de plaga previsto, ello significa comparar las repercusiones de los plaguicidas químicos muy tóxicos con la adopción de medidas preventivas que sean respetuosas con el medio ambiente y la salud, como el uso de bioplaguicidas.